martes, 23 de marzo de 2021

Don Oscar

 El artista nació en Las Petacas, Santa Fe, y a los 20 años se radicó en Córdoba. Empezó su carrera cuando tenía 16 años, en la orquesta del acordeonista y pianista Feliciano Brunelli. “Se fue el gringo Oscar Valeta que era el cantor y entró otro gringo, Oscar Lavalle, que soy yo”, supo decir.

 

 
En Córdoba, cantó cuatro años en la confitería el Ciervo (General Paz 169, donde hoy está la galería Planeta) en la orquesta de Hugo Forestieri.
Autor y creador de Las Chichís y Las Peponas, señalaba que ya no hay más cuarteto estrictamente hablando, sino grandes bandas.


 “Cuarteto es con acordeón, violín, piano y bajo”, sentenciaba, dogmático. Siempre mantuvo su look típico, con trajecito a rayas, moño y la cadenita en la cintura.

 


 cuando tenía 16, en la orquesta del acordeonista y pianista Feliciano Brunelli. “Se fue el gringo Oscar Valeta que era el cantor y entró otro gringo, Oscar Lavalle, que soy yo”. Por entonces todavía no era Don Oscar, (“eso fue en el ‘50”).

El nació en Las Petacas, Santa Fe, pero hace 58 años se radicó en Córdoba. “Mi madre cantaba en la iglesia, y soy hijo de italianos que son todos cantores, ¡en el campo se juntan los gringos y cantan fuerte!”, dice. En aquellos años, recuerda, estaba muy de moda el foxtrot y la música tropical de Carlos Argentino.


“En Córdoba estuve cuatro años en la confitería el Ciervo, General Paz 169, donde hoy está la galería Planeta, cantando en la orquesta de Hugo Forestieri. Tocaba la batería Micky Lerman, ¿sabés quién era? Chico Novarro”. Los nombres de figuras aparecen uno tras otro en la charla con Don Oscar, que tiene a mano alguna historia con casi todos.

Confiesa que hace una hora por día de ejercicios vocales para mantener las cuerdas vocales en buen estado. Igual, tuvo conducta y supo manejarse en la noche. “Yo en mi vida hice de todo, pero poco”, rememora mientras saluda a la gente que lo reconoce a través del vidrio del bar.

A todos les regala su sonrisa, pero no puede con su genio y es particularmente más simpático con las mujeres. De hecho, hace unos años sacudió las medianoches de Animales Sueltos, el programa de Alejandro Fantino de América, confesando ser un asiduo consumidor de viagra. “Cuando conté eso, en vez de un día en el programa me terminé quedando 15”, recuerda, y cuenta que hasta le pagaron cachet y todo.


 “Fantino me dijo, ‘¡Cómo no te conocí 40 años antes!’, pero él ni había nacido entonces. El viagra no es para los pendejos, es para los hombres grandes. Es un milagro científico para que no se destruya la pareja. El hombre cuando ya no tiene esa emoción de tener a una mujer en sus brazos está muerto”.

Cuarteto original. El autor y creador de Las Chichís y Las Peponas dice que ya no hay más cuarteto estrictamente hablando, sino grandes bandas. “Cuarteto es con acordeón, violín, piano y bajo”, sentencia, dogmático. Mantiene su look típico, con trajecito a rayas, el moño y la cadenita en la cintura. Y por supuesto, tiene una anécdota para justificarlo.


“Lo tengo desde el año ‘59. Yo cantaba en el Casino de Termas de Río Hondo, y una noche debutó un gran cantor con tres guitarras. Alto, de traje negro. Cuando termina lo veo en la plaza del frente y me arrimo a charlar. Ahí me enteré que era Hugo del Carril. ‘Te vi cantar, muy bien’ me dijo. ‘Pero hay una cosa: tenés que tener siempre los zapatos lustrados, bien vestido, con moño’, me dijo, y se sacó el moño y me lo regaló. Todavía lo tengo guardado, todo hilachento. ‘Usálo siempre’, me dijo. ‘En el ambiente nuestro no solamente hay que ser, si no que hay que parecer. Si trabaja de mecánico coloquesé el overol, pero si es artista, vaya siempre bien arreglado’. Después no lo vi nunca más, pero la enseñanza la tengo hasta hoy”. Esa noche, dice, la vivió como una revelación.


Un tipo con suerte. Ya no tiene 20 años, pero sueña con ir a mostrar su cuarteto característico a Italia. Tiene que ver si su salud se lo permite. Igual, cree en el destino, y parece que los hechos le dan la razón.

Hace dos meses sufrió un ACV, con la “fortuna” que justo estaba en un hospital. Había ido al Hospital Allende a ver un viejo amigo músico que estaba muy enfermo y que había pedido verlo a Don Oscar. “Nos saludamos muy bien, y a las dos horas se murió. Cuando voy a salir, el doctor José Arroyo me dice ‘Don Oscar, no se vaya, siéntese ahí’. Sacó un espejo y me mostró mi cara (hace el gesto del labio caído hacia un costado) ‘Usted acaba de tener un ACV’, me dijo”.

Inmediatamente lo atendieron, y detectaron un coágulo a punto de estallar. Se salvó de milagro. “Estuve cinco días internado, lo único que se me trabó la lengua y ahora estoy con una fonoaudióloga para aprender a hablar de nuevo, sólo me falta un 10 por ciento”, dice con la sonrisa en el rostro como si sólo se tratara de una aventura más que le tocó atravesar.


 “Yo me dejo llevar por la vida y por Dios. Nunca pedí nada absurdo. No me sobra, ni me falta... y con lo que tengo me arreglo. Del destino nadie huye, como dice la frase”.

Discografia Oficial
 
Discografia no oficial 

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